Es para mí muy gratificante poder compartir la grata y edificante experiencia de haber cursado satisfactoriamente el programa de Doctorado en Educación en la AIU.
Cuando recibí la invitación de parte de la AIU para vincularme al programa académico del Doctorado en Educación me asaltaron varias dudas, entre las cuales se destacan las siguientes: la seriedad del programa, la validez de la titulación, el tiempo de dedicación a las investigaciones y para el desarrollo de los trabajos, el segundo idioma y los costos del programa. Es así que me dispuse a resolver tales dudas y me comuniqué de inmediato con la AIU vía internet. Muy rápidamente recibí respuesta escrita y varias llamadas telefónicas por parte de la AIU en aclaración a mis dudas. En cuestión de tres días tenía todo despejado y había ya tomado la decisión de vincularme al programa, pues no me quedaba duda alguna sobre la seriedad del programa y sus niveles de formación, la validez de la titulación internacionalmente y el tiempo de dedicación para las investigaciones y para el desarrollo de los trabajos con promedio de diez horas semanales. En cuanto al segundo idioma se confirmó que no era requisito, pero brindaban la oportunidad de cursarlo a voluntad del estudiante “on line” a través de los servicios de la AIU al estudiante. Por su parte, los costos del programa podrían diferirse a lo largo del desarrollo de los estudios. Con estas facilidades y con las dudas aclaradas, con la determinación de realizar un buen Doctorado me dirigí a “Western Union” a efectuar el pago de la matrícula dentro de los plazos establecidos por la AIU.
Pues bien, al otro día de realizada la consignación recibí la carta de bienvenida al programa por parte de la AIU acompañada de varias recomendaciones. Sin esperar mucho inicié la Fase I del programa y cumplidos todos los requisitos de la primera fase, habiendo pasado un mes calendario, recibí la autorización para comenzar la Fase II, solicitándoseme la propuesta de plan de estudios, la cual elaboré con prestancia. Una vez aprobado el plan de estudios por parte de la asesora del programa comencé a desarrollarlo con la agilidad y motivación requeridas para alcanzarlo exitosamente. El entusiasmo crecía día a día. La prestancia del tutor y el apoyo y motivación del asesor de la AIU me instaban a realizar los trabajos con responsabilidad, dedicación y mucho deseo de realización personal. Aprendí por mi cuenta a programar los cursos en el calendario de asignaciones del programa. Aprendí a estructurar los ensayos de acuerdo a los parámetros exigidos por la AIU. Aprendí a chequear los documentos por el “Turnitin” para confirmar el porcentaje de texto editado.
En fin, de esta forma y de manera muy ágil desarrollé todas las asignaciones de la Fase II en un tiempo relativamente corto. Las cuarenta horas semanales en promedio dedicadas a la investigación, estructuración y elaboración de cada asignación no se hacían sentir como una carga académica de carácter perturbador o fatigador, sino que por el contrario me llenaban de satisfacción y de alegría interior, que hacían que mi cerebro produjera o capturara ideas a granel con toda coherencia.
Nunca descuidé mi alimentación diaria con los nutrientes fundamentales para mantener el equilibrio de la salud corporal y mental como lo he venido haciendo desde hace muchos años. El no consumo de carnes ni sustancias animales mantuvieron mi cuerpo en condiciones de salud suficientemente equilibradas para mantener un buen ritmo de estudio. El mayor consumo de verduras y frutas mantuvieron un estado de salud armonioso. El no consumo de café, ni té, ni sustancias alucinógenas, ni drogas de ningún tipo mantuvieron mi cerebro y mi actividad mental en equilibrio. Estas han sido disciplinas alimenticias y de vida sana que llevo desde hace mucho tiempo con la certeza de que mejoran la vitalidad y mantienen el cuerpo y la mente en buenas condiciones. Tampoco descuidé las horas de dedicación al ejercicio físico diario como mecanismo de mantenimiento de la vitalidad, ni dejé de dormir las horas necesarias para reponer mis energías. Tampoco descuidé en momento alguno mi trabajo y responsabilidades con la institución en la cual me desempeño como profesional. Igualmente, nunca descuidé a mi familia y siempre estuve atento a responder a sus requerimientos y necesidades, así como a cenar juntos e ir al cine al menos una vez por semana.
De otro lado, confieso que toda duda o todo requerimiento para el correcto desenvolvimiento y desarrollo de las asignaciones se las hacía saber al tutor, recibiendo de inmediato respuestas acertadas y de rápida aplicación. Así, como consecuencia de un trabajo equilibrado, riguroso y aplicado en solo tres meses cursé la totalidad del plan de estudios alcanzando el cien por ciento de los créditos establecidos por la AIU para las Fases I y II. Es bueno consignar que a medida que avanzaba en la Fase II iba descubriendo, afianzando y redescubriendo con asombro constelaciones de conocimientos y datos que me empujaban a la definición de la propuesta de tesis doctoral.
Culminada la Fase II satisfactoriamente, recibí la autorización para iniciar la Fase III. Todos los cursos que había desarrollado en la Fase II me aportaron ingredientes para la definición del tema a formular e investigar en la Fase III. Sin titubear le comenté a mi tutor la temática de la investigación final, y una vez recibida la traducción al inglés del título de la investigación me dispuse a elaborar la propuesta. Ya en mi cabeza estaba totalmente claro qué era lo que investigaría, cómo lo desarrollaría y qué tiempo debería dedicar para su estructuración, redacción y afinación.
Tardé una semana elaborando la propuesta de tesis doctoral y, con esta, ya estaba claramente definido el derrotero de la investigación. Presenté la propuesta de la tesis final al asesor y después de un par de afinaciones fue aprobada. Con la alegría y el entusiasmo que me impulsaron durante todo el programa, y apenas llevando cuatro meses de haber iniciado, arranqué la maratón académica y conceptual una vez leído muchas veces el manual del doctorado suministrado por la AIU, con el fin de no dar pasos en falso. Todos los días avanzaba un tramo importante en el documento. De ocho a diez horas diarias de trabajo en promedio, conectado con mucha frecuencia a la sección del estudiante de la AIU, comía y dormía con las ideas centelleando en mi cabeza. Conté con la fortuna de disponer de diez días de trabajo académico en la tesis doctoral libres de compromisos profesionales con la institución para la cual laboro profesionalmente, pues la “semana santa” llegó como anillo al dedo y estos días santos fueron un regalo de la divinidad para concentrar plenamente los esfuerzos en el propósito establecido. Todos los días me despertaba en la mañana con nuevas ideas, y paso a paso fui construyendo el documento investigativo.
Pasados 20 días de inicio de los trabajos de la Fase III, el documento básico de la tesis doctoral estaba listo. Una semana más y la tesis doctoral estaba pulida al detalle. El último día de plazo para la entrega, de acuerdo al calendario de asignaciones, subí mi tesis doctoral después de una jornada de gran producción académica de revisión de los detalles finales. A las 5 y 22 minutos de la tarde del día 30 de abril de 2014, exactamente cinco meses después de haber iniciado mis estudios en el programa, envié mi trabajo con una sonrisa que sintetizaba la satisfacción más grande que haya tenido en mi trayectoria académica como estudiante en los últimos tiempos. Nunca antes me había sentido tan estudiante, tan alumno, tan aprendiz. Confirmé una vez más las sabias palabras de Sócrates cuando afirmaba que “sólo sé que nada se”. Es cierto, mientras más aprendí más confirmé lo que me faltaba por saber. Sin embargo, para el propósito de mi tesis doctoral la agudeza de mis pensamientos, la certeza de ir caminando el sendero correcto y la seguridad de que los conocimientos sobre el tema específico de mi investigación eran los más apropiados y calificados me colocaban en un lugar de privilegio en la escala del saber.
Esperé sereno la evaluación del trabajo investigativo por parte del Departamento Académico de la AIU con la tranquilidad y seguridad de haber realizado un documento con un alto nivel investigativo, de una profundidad conceptual destacada, con una estructura muy bien elaborada, con una redacción precisa y bien fundamentada, y con un sentimiento de gratitud con la vida por haberme dado la oportunidad de realizar un aporte al saber universal.
Pasados tres días recibí un comentario de mi Asesor Académico diciéndome que el trabajo de tesis doctoral estaba siendo evaluado detenidamente y que por favor tuviera paciencia, pues era necesario analizar el documento con todo detenimiento. Era un documento de 190 páginas que incluía conceptos imbricados de ciencias naturales y de ciencias sociales y humanas: física, psicología, pedagogía, filosofía, medicina, neurociencia y neuroeducación. Documento en donde insertaba nuevos términos científicos en las nociones de “Elasticidad Neuronal y Elasticidad Sináptica”, corrigiendo los conceptos que en Neurociencia habían cabalgado en la comunidad científica nada más y nada menos que por una centuria con los aportes que hiciera el Premio Nobel de Medicina en 1906, el médico español Don Santiago Ramón y Cajal. Qué osadía: corregir a un Premio Nobel de Fisiología. La redefinición de términos era realizada desde las formulaciones planteadas por Robert Hooke y plasmadas en la Ley de Hooke en el año 1678 y bajo la óptica actual de los trabajos realizados por el doctor Miguel Ángel Aguilar, investigaciones que repercutieron seriamente en los trabajos de la doctora Anna Lucía Campos en la disciplina de la neuroeducación. La tesis doctoral afirma categóricamente que los planteamientos presentados por Miguel Ángel Aguilar, Anna Lucía Campos y otros investigadores, entre los que se destaca el médico aragonés Don Santiago Ramón y Cajal, evidencian un error garrafal desde el punto de vista de las ciencias naturales, y específicamente desde la Física, en lo relativo a las nociones de Plasticidad y Elasticidad, pues confunden los estados plásticos con los estados elásticos en las estructuras sometidas a tensiones, esfuerzos y deformaciones; estados o comportamientos estructurales estudiados por el científico inglés Robert Hooke y formulados bajo la Ley de Hooke en 1678. “Robert Hooke publicó dicha ley, que aún se encuentra vigente, y se refiere a la mayor o menor deformación de los materiales sometidos a fuerzas, aún sean pequeñas”, se expresa la tesis doctoral.
Así, desde la mirada científica del comportamiento físico de los elementos estructurales, y dado que la neurona debe responder a ciertas propiedades físicas de la materia, como estructura física constituida por moléculas, dice la tesis doctoral, se hace necesario un replanteamiento de los conceptos de Neuroplasticidad, Plasticidad Neuronal y Plasticidad Sináptica atendiendo a las investigaciones que hiciera el científico inglés Robert Hooke sobre los estados elásticos y plásticos de los materiales sometidos a tensiones, esfuerzos y deformaciones.
La comunidad científica ha venido incurriendo en un error durante más de un siglo en lo relativo al concepto de Neuroplasticidad. El médico español nacido en Petilla de Aragón el 1° de Mayo de 1852, Don Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Fisiología (Medicina) en 1906 en reconocimiento a sus investigaciones y aportaciones realizadas a la Neurociencia, publicó en el año 1914 en Madrid sus “Estudios sobre la degeneración y regeneración del sistema nervioso”, como corolario de sus trabajos científicos plasmados en su obra más importante publicada en 1904 bajo el título de “Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados”. Hoy, en el año 2014, un siglo después, la presente investigación, se encuentra plasmado en mi tesis doctoral, hace sus aportes a La Neurociencia y a La Neuroeducación al presentar un replanteamiento de los conceptos de Neuroplasticidad, Plasticidad Neuronal y Plasticidad Sináptica considerando las investigaciones que realizó el científico inglés Robert Hooke sobre los estados elásticos y plásticos de los materiales, formuladas en el año 1678 con el nombre de “Ley de Hooke”. Con tal propósito y orden de ideas se desarrolló la investigación.
Luego de unos pocos días recibí la grata noticia, al ingresar a la sección del estudiante de la AIU, que mi tesis doctoral había sido aprobada. Observé la sección del “transcript” del estudiante y con el alma en la mano observé que se me habían asignado diez créditos, calificación A y 40 puntos, para un promedio de calificaciones en el programa de 3,82 lo cual me permitiría acceder a una graduación con honores en el Doctorado en Educación tan solo en cinco meses de cursado el programa, corolario de un esfuerzo y dedicación constante con decisión firme, responsabilidad, entusiasmo y alegría; y como sumatoria de la vinculación al mundo académico desde la más tierna edad.
No me queda más que agradecer con toda sinceridad a la vida y a la AIU, así como a todas las personas que de una u otra forma incidieron en la realización exitosa de este programa de estudios. Es mi deseo que la paz, alegría y sabiduría de los grandes sabios iluminen por siempre sus caminos para cumplir con los nobles propósitos que redundarán en beneficio de la humanidad. El acceso a la fuente de donde proviene la luz requiere de un acto de conversión en un proceso de ir y venir en donde la luz alcanzada ilumina nuestro sendero. La conversión es el precio que se ha de pagar por acceder a la luz, al conocimiento que nos brindará la sabiduría para avanzar en el proceso de perfeccionamiento individual, en esa cadena de acontecimientos necesarios e inteligibles, tal como lo afirmara Foucault en su maravilloso texto “La hermenéutica del sujeto” haciendo referencia a los estoicos.
Qué la paz y la armonía sea con todos!!!
Cordialmente y con toda consideración,
Carlos Arturo Carvajal Castañeda.